La Psicología Positiva en un campo de investigación e intervención relativamente joven. Se podría decir que su despegue como campo de estudio dentro de la ciencia de la psicología se remonta al momento en que Martin Seligman dirige la American Psychological Association y, en su discurso de posesión del cargo (1999), la define como una “Nueva ciencia de las fortalezas humanas”. Hasta entonces, la psicología había sido una disciplina que se dedicaba a reparar los daños que presentaban las personas. En éste discurso, Seligman plantea una disciplina psicológica que busque entender y potenciar las fortalezas humanas que protegen y previenen de la enfermedad mental, lo que podría entenderse como un resurgir de la psicología humanista. Según Seligman, Steen, Park, y Peterson (2005), la psicología positiva es “el estudio científico de las experiencias positivas y los rasgos individuales positivos”. Otra definición más desarrollada nos dice que la psicología positiva es la parte de la psicología que tiene por objetivo investigar acerca de las fortalezas y virtudes humanas y los efectos que éstas tienen en las vidas de las personas y en las sociedades en las que viven (Cuadra y Florenzano, 2003). Seligman y Csickszentimihalyi (2000) crearon el marco en el que la ciencia de la psicología positiva creció y donde otros investigadores encontraron un gran campo de trabajo, como el estudio de los predictores de la felicidad (Buss, 2000), el bienestar subjetivo (Diener, 2000), el optimismo (Peterson, 2000), la autodeterminación (Deci y Ryan, 2000), la sabiduría (Baltes y Staudinger, 2000), la creatividad (Simonton, 2000), el desarrollo positivo de la juventud (Larson, 2000), entre otros. La Psicología Positiva estudia cuatro áreas de la “buena vida” psicológica: las experiencias positivas (por ej. la felicidad, el placer), los rasgos personales positivos (talentos, fortalezas de carácter), las relaciones interpersonales positivas (amistades, relaciones de pareja, etc.) y a las organizaciones (escuelas, empresas, comunidades) que contribuyen a que las personas vivan plenamente (Peterson, 2006).
Las aplicaciones potenciales de la Psicología Positiva son diversas: a nivel personal promueven las motivaciones intrínsecas y la creatividad, potenciando el Currículo educativo y las fortalezas personales, promoviendo las relaciones entre las personas de forma que le sean más provechosas y gratificantes, mejorando la satisfacción y mejorando las organizaciones para que contribuyan al bienestar individual y su crecimiento. A nivel organizacional, se aboga por que las organizaciones no se enfoquen en lo que está mal o en lo que se falla, sino en lo que es correcto y está prosperando. Para ello es necesario reconocer las fortalezas que existen en las personas que componen una organización, ya que las personas con emociones positivas pueden incrementar la productividad y el rendimiento, sentir mayor satisfacción o controlar mejor su nivel de estrés, mientras que las personas con emociones negativas tendrían más dificultad en dichos factores y podrían manifestar mayor tensión o más bajas laborales (Lopes, Grewal, Kadis, Gall, y Salovey, 2006; Ogino, Takigasaki, y Inaki, 2004).
En este sentido, factores como las emociones positivas, la gratitud, la esperanza, así como otras fortalezas personales de los individuos, se han comenzado a identificar como factores que contribuyen al bienestar subjetivo en los alumnos (Shoshani y Steinmetz, 2014). Diversos autores señalan que una adecuada intervención puede promover estos factores positivos y potenciar dicho bienestar psicológico durante el aprendizaje, reduciendo síntomas como la ansiedad, la desesperanza o el miedo (Lee Duckworth, Steen, y Seligman, 2005; Sin y Lyubomirsky, 2009). Dentro del estudio de la adquisición de segundas lenguas, es en la actualidad cuando se está centrando más la atención en la aplicación de la psicología positiva y el estudio de las fortalezas individuales de los aprendices de lenguas para contrarrestar los aspectos negativos de dicho aprendizaje, como la ansiedad o bajo autoconcepto (P.D. MacIntyre, Dornyei, y Henry, 2015). Si bien estos aspectos no son nuevos en el estudio de la adquisición de segundas lenguas, ya que los encontramos en los trabajos de Gardner y Lambert (1959), sí lo es el intento de intervenir desde lo positivo o las fortalezas de cada individuo, desde una perspectiva más humanística. En este sentido, el mismo año que Seligman tomó posesión del cargo y defendió la nueva ciencia de las fortalezas humanas, Arnold (1998) defendía una enseñanza de inglés más humanista como una fuerza motivacional que favorece el aprendizaje.
Intervenciones Positivas en el Aula
Éste año pasado se ha publicado un volumen acerca del uso de la Psicología Positiva en el aprendizaje de segundas lenguas, donde se señalan algunas intervenciones concretas desde la psicología positiva para el aprendizaje de éstas: Positive Psychology In SLA (MacIntyre, Gregersen, y Mercer, 2016). Además, existen intervenciones genéricas, fácilmente adaptables a la situación en el aula y en un entorno de aprendizaje, como los Diarios de Gratitud o la escritura de experiencias altamente positivas, así como otros inventarios de autoregistro de actividades o conductas relacionadas con las diferentes fortalezas del caracter. Para estas intervenciones, en general, en los postests realizados los sujetos reportaron estar más felices y menos deprimidos (Seligman, Steen, Park, y Peterson, 2005). Ahora bien, este tipo de actividades, realizadas en entornos controlados de laboratorio, han demostrado una eficacia a corto término, siendo difícil la extrapolación de estos hallazgos a un entorno educativo. Existen diversas intervenciones, relacionadas de forma más consistente con el bienestar de los alumnos en el aula, que han evidenciado una eficacia mantenida en el tiempo, y que podrían ser fácilmente adaptables al aula de aprendizaje de segundas lenguas.
Es mi intención el recopilar este tipo de intervenciones, en donde se ha demostrado una eficacia mantenida en el tiempo, y presentárselas para que puedan adaptarlas y utilizarlas en su quehacer diario… pero eso será en los siguientes posts 😉
Bibliografía
Arnold, J. (1998). Towards more humanistic English teaching. ELT Journal, 52(3), 235–242. http://doi.org/10.1093/elt/52.3.235
Baltes, P. B., y Staudinger, U. M. (2000). Wisdom: A metaheuristic (pragmatic) to orchestrate mind and virtue toward excellence. American Psychologist, 55(1), 122–136. http://doi.org/10.1037/0003-066X.55.1.122
Buss, D. (2000). Evolution of Happiness. American Psychologist, 55(1), 15–23.
Cuadra, H., y Florenzano, R. (2003). El Bienestar Subjetivo : Hacia una Psicología Positiva. Revista de Psicología de La Universidad de Chile, 12(1), 83–96.
Deci, E. L., y Ryan, R. M. (2000). The “ What ” and “ Why ” of Goal Pursuits: Human Needs and the Self-Determination of Behavior. Psychological Inquiry, 11(4), 227–268. http://doi.org/10.1207/S15327965PLI1104_01
Diener, E. (2000). Subjective well-being. The science of happiness and a proposal for a national index. The American Psychologist, 55(1), 34–43. Retrieved from http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/11392863
Gardner, R. C., y Lambert, W. E. (1959). Motivational variables in second-language acquisition. Canadian Journal of Psychology/Revue Canadienne de Psychologie, 13(4), 266–272. http://doi.org/10.1037/h0083787
Larson, R. W. (2000). Toward a psychology of positive youth development. Am Psychol, 55(I), 170–183. http://doi.org/10.1037//0003-066X
Lee Duckworth, A., Steen, T. A., y Seligman, M. E. P. (2005). Positive psychology in clinical practice. Annual Review of Clinical Psychology, 1, 629–51. http://doi.org/10.1146/annurev.clinpsy.1.102803.144154
Lopes, P. N., Grewal, D., Kadis, J., Gall, M., y Salovey, P. (2006). Evidence that emotional intelligence is related to job performance and affect and attitudes at work. Psicothema, 18(SUPPL.1), 132–138.
MacIntyre, P. D., Dornyei, Z., y Henry, A. (2015). Conclusion: Hot enough to be cool – the promise of dynamic systems research. In Z. Dornye, P. D. MacIntyre, y A. Henry (Eds.), Motivational Dynamics in Language Learning. Bristol, UK: Multilingual Matters.
MacIntyre, P. D., Gregersen, T., y Mercer, S. (2016). Positive Psychology In SLA. Bristol (UK): Multilingual Matters.
Ogino, K., Takigasaki, T., y Inaki, K. (2004). Effects of emotion work on burnout and stress among human service professionals. The Japanese Journal of Psychology, 75(4), 371–377. http://doi.org/10.4992/jjpsy.75.371
Peterson, C. (2000). The future of optiminsm. American Psychologist, 55(1), 45–55.
Peterson, C. (2006). A Primer in Positive Psychology. New York: Oxford University Press.
Seligman, M. E., y Csikszentmihalyi, M. (2000). Positive psychology. An introduction. The American Psychologist, 55(1), 5–14. Retrieved from http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/11392865
Seligman, M. E. P. (1999). The president’s address. American Psychologist, 54(8), 559–562. http://doi.org/10.1037/0003-066X.54.8.537
Seligman, M. E., Steen, T. A., Park, N., y Peterson, C. (2005). Positive psychology progress: Empirical validation of interventions. American Psychologist, 60(5), 410–421.
Shoshani, A., y Steinmetz, S. (2014). Positive Psychology at School: A School-Based Intervention to Promote Adolescents’ Mental Health and Well-Being. Journal of Happiness Studies, 15(6), 1289–1311. http://doi.org/10.1007/s10902-013-9476-1
Simonton, D. K. (2000). Creativity: Cognitive, personal, developmental, and social aspects. American Psychologist, 55(4), 407–421. http://doi.org/10.1037//0003
Sin, N. L., y Lyubomirsky, S. (2009). Enhancing well-being and alleviating depressive symptoms with positive psychology interventions: a practice-friendly meta-analysis. Journal of Clinical Psychology, 65(5), 467–487. http://doi.org/10.1002/jclp.20593
Pingback: Intervenciones Positivas en el Aula (I) | ReALL: Research in Affective Language Learning Centre