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Cuando los profesores de español examinan de manera reflexiva qué lugar ocupa la imaginación en el proceso de aprendizaje, más allá de la etapa infantil, comprueban que no solo aprendemos con la cabeza. Atender al papel que desempeña la capacidad de imaginar en el proceso de enseñanza- aprendizaje de una segunda lengua nos sitúa en el centro de lo que hoy conocemos como embodied learning y en el territorio enriquecedor de la afirmación de Jugson y Egan (2013: 348), por la cual: “La primera herramienta que tenemos disponible para la comprensión del mundo es nuestro cuerpo”. Imaginar es una herramienta de aprendizaje de naturaleza cognitiva que nos puede facilitar ese desiderátum anhelado por todos, cubrir las tres dimensiones del ser que aprende: lo cognitivo, lo afectivo y lo físico. Imaginar, así visto, supone una invitación a vincular el proceso de aprendizaje con la experiencia. Los mundos imaginados funcionan como catalizadores de la experiencia real y es posible que ayuden al alumno a incorporar en sus tareas de aprendizaje el mundo de los sentidos, de las sensaciones, de lo que se siente como algo vivido, en definitiva.
Verse a uno mismo realizando acciones, dibujar escenarios en la mente y hacer que la palabra se haga carne es una parte experiencial del aprendizaje que requiere de nuestra capacidad de imaginar. Hoy sabemos que la imagen mental es la base del pensamiento humano (Damasio, 1994) y que todo lo que existe o puede llegar a existir forma parte de nuestras imágenes, hasta nuestra propia existencia. Lo decía el poeta Ángel González: “Yo soy porque tú me imaginas”. El modo en que nos imaginamos como hablantes de una segunda lengua puede ser un nutriente con que enriquecer las sensaciones motivacionales en el aula de ELE.
Como actividad mental que permite al alumno reconstruir situaciones, intuir, realizar hipótesis, comprender, contextualizar y simbolizar el mundo, la imaginación es un abc o inicio para el proceso de adquisición del lenguaje. De hecho, cuando no llegamos a comprender algo o dudamos de su viabilidad tendemos a decir cosas como “no me lo imagino” o “no lo veo”, para demostrar así incredulidad o inviabilidad. Imaginar es en cierto modo creer que las cosas son factibles o poseen un sentido. De ahí que, en parte, aprender una segunda lengua pueda suponer en muchos casos un atreverse a imaginar.
Artículo completo en: http://marcoele.com/imaginacion-y-pensamiento-narrativo/