En el campo de la adquisición de segundas lenguas, igual que en la neurociencia, encontramos muchos trabajos de investigación que señalan la influencia de los factores afectivos en el proceso del aprendizaje de una lengua. Se ha comprobado que los factores negativos como la ansiedad inhiben mucho el aprendizaje mientras que los factores positivos como la motivación, lo facilitan. Stevick (1980) nos decía que el éxito en el aprendizaje de una lengua extranjera depende sobre todo de lo que pasa dentro de y entre las personas en el aula. Con esto se refería a lo que básicamente constituye el dominio afectivo: dentro de – los factores individuales de la persona y entre – las relaciones entre las personas en el grupo.
Según el neurocientífico Francisco Mora (2013:66), la emoción es “un ingrediente básico del proceso cognitivo, del razonamiento… el binomio emoción-cognición (procesos mentales) es un binomio indisoluble”. Así, si queremos que nuestro alumnado aprenda mejor, conviene tener en cuenta los aspectos afectivos. Si los alumnos no tienen interés en lo que se hace en clase, no aprenderán igual que si están motivados y tienen el deseo de aprender.
Es importante saber buenas técnicas para enseñar la lengua pero, como profesores, nos interesa también saber cómo potenciar un factor individual muy necesario, la motivación, porque como explica Dörnyei (1998:117), ”Motivation provides the primary ímpetus to initiate learning the L2 and later the driving forcé to sustain the long and often tedious learnng process; indeed, all the other factores involved in L2 acquisition presuppose motivation to some extent.” Hay mucho escrito sobre el tema y de hecho ya en el siglo XVII Comenio señalaba su importancia y consideraba que habría que activar todos los sentidos en el aula y promover la interacción, la creatividad y una buena relación entre docente y aprendiz.
Existen diversas maneras a nuestro alcance para motivar a los alumnos. Por ejemplo, podríamos explicar los verbos en el pasado y pedirles que hagan muchos ejercicios, uno tras otro, donde tienen que usar los verbos. Pero no parece muy motivante y probablemente les estimularía más su interés si después de hacer algún ejercicio para familiarizarles con los verbos, escribimos en la pizarra varias frases sobre nosotros, usando verbos en el pasado pero no todas son verdades. Tienen que hablar con la persona al lado y decidir si creen que son verdad o no, y luego se lo decimos. Tal vez después de esto volverían con los ejercicios algo más motivados.
En los últimos años, Dörnyei ha desarrollado una teoría de la motivación que ha tenido mucha influencia; el L2 Motivational Self System. Tiene que ver con la imagen de sí mismo que el alumno quisiera tener, es decir, su Ideal self , o la imagen que considera que debería tener, su ought-to self. Según Dörnyei y Ushioda (2009:4), “A basic hypothesis is that if proficiency in the target language is part and parcel of one’s ideal or ought to self, this will serve as a powerful motivator to learn the language”.
Por otro lado, Underhill (2000:157) contrasta la enseñanza tradicional con la facilitación, donde el docente favorece “la comunicación, la curiosidad, el entendimiento y la relación con el grupo”, es decir, el entre. Si consideramos la clase como una situación social, una comunidad de aprendizaje donde la relación entre profesor y alumnos y entre alumnos se tiene en cuenta, puede influir de forma muy positiva en el proceso de aprendizaje, sobre todo en una clase de lengua extranjera donde hay que expresarse en un vehículo lingüístico imperfecto, lo cual puede producir inhibición, impidiendo el uso comunicativo de la lengua. Dörnyei y Malderez (2000) señalan ventajas al trabajar con la dinámica de grupo en el aula, tales como, tener más interacción, más cooperación e implicación por parte de los alumnos, y más confianza y satisfacción.
En resumen, a la vez que trabajemos con nuestros fines lingüísticos en el aula, podemos procurar que nuestro alumnado tenga mejores resultados en el aprendizaje de la lengua si tenemos en cuenta la importancia de los factores afectivos. De esta manera, las clases pueden resultar mejores para nuestros alumnos y también para nosotros como profesores.