Calentito, recién salido del horno, acaba de publicarse el libro New Insights into Language Anxiety. Theory, Research and Educational Implications (mayo 2017), coordinado por Christina Gkonou, Mark Daubney y Jean-Marc Dewaele. Esta obra, publicada por la prestigiosa editorial Multilingual Matters y avalada por Jane Arnold y Ana Maria F. Barcelos, aglutina un conjunto de capítulos escritos por reconocidos especialistas en la materia, como son Peter Macintyre, Elaine Horwitz, Zoltan Dörnyei, Jean-Marc Dewaele, Tammy Gregersen y Rebecca Oxford, entre otros. Entre esos otros tengo el privilegio de encontrarme yo, con la aportación de un capítulo titulado The Links between Self-esteem and Language Anxiety and Implications for the Classroom. En este post voy a hacer un resumen de algunos aspectos relevantes del mismo, destinado principalmente a profesores de lenguas y curiosos del elenco académico.

Llevo tiempo investigando por un lado la ansiedad (Rubio, 2004) y por otro la autoestima (Rubio, 2014), y es la primera vez que establezco una relación entre ambos fenómenos. Desde mi punto de vista, estos dos fenómenos ejercen una influencia clave para el éxito del aprendizaje del idioma. El capítulo comienza dando un repaso a lo publicado en ansiedad y autoestima y continúa con una aclaración conceptual. Ahí aclaro que el autoconcepto se compone de distintas dimensiones de una persona, como la física, académica o social, y que la autoestima es la valoración y resultado que realizamos de esas dimensiones. O que el estrés hace referencia a un estado de tensión ante la dificultad percibida de satisfacer ciertas demandas en un tiempo determinado, y la ansiedad es un estado subjetivo incómodo que no tiene referencia clara, pero que bloquea o hiperactiva, dificultando la concentración y desarrollo de una tarea.

En el siguiente apartado realizo un análisis interrelacionado de ansiedad y autoestima, para demostrar que ambos fenómenos son interdependientes y que muchas conductas disruptivas y pasivas que suceden en el aula podrían mejorarse si los niveles de ansiedad fueran moderados y los de autoestima sanos. Para realizar el análisis agrupo tres elementos principales: estudiantes, docentes y contexto, y busco evidencias en la literatura científica que avalen dicha interconexión. Por ejemplo, en el elemento docente dedico un subapartado al análisis de la metodología, y explico qué metodologías centradas en el alumno generan menos ansiedad porque los alumnos no se sienten evaluados constantemente por el profesor (Littlewood, 1981; Horwitz et al., 1986). Al mismo tiempo, los alumnos tienen más oportunidades para desarrollar la fluidez verbal y sentirse más seguros con la producción del idioma. El sentido de seguridad, como dimensión de autoestima, revierte en una menor sensación de amenaza en el aula, reduciendo la ansiedad del alumno.

El capítulo también incluye un apartado para analizar los síntomas de ansiedad y baja autoestima en el aula. Es interesante observar cómo los mundos se perciben diferentes desde la pizarra o el pupitre. Muchas actitudes de pasividad o desinterés, comportamientos agresivos, ganas de acoso, se comprenden bien en primera persona cuando hay algo de la persona que no está funcionando en condiciones. Por ejemplo, un bajo sentido de pertenencia al grupo (dimensión de autoestima, junto a las dimensiones de seguridad, competencia, propósito e identidad, según Reasoner, 1983) puede desencadenar cualquiera de esas actitudes, y si el profesor no llega a conocer el origen entonces difícilmente podrá mejorar la situación.

Tras haber puesto en relieve lo que se cuece en el aula, el capítulo acaba con posibles implicaciones y aplicaciones de intervención, todo dentro de las posibilidades y capacidades de un profesor inexperto en psicología. Aquí propongo pautas que puede realizar el docente y su relación con el alumno, pautas metodológicas, y tipos de actividades que pueden ayudar a reducir la ansiedad y aumentar el nivel de autoestima. En la primera, abogo por la asunción del rol de facilitador en el aula (Underhill, 1999), y velar no solo por el aprendizaje del idioma, sino además por generar un clima de aceptación y disfrute, es decir, preocuparse por el estado psicológico del alumno y si es necesario dedicar en clase cuestiones sobre el proceso de aprendizaje, para que los alumnos puedan expresarse y sean partícipes del proceso. En la metodología, por ejemplo, comento la grata experiencia de realizar aprendizaje cooperativo, en el que los alumnos se reparten unos roles y tienen la responsabilidad de llevarlos a cabo para cumplimentar una tarea.

En cuanto a los tipos de actividad se refiere, propongo algunas actividades que fortalecen las dimensiones de autoestima, y remito y aconsejo al lector a utilizar el libro de De Andrés y Arnold, 2009, que contiene muchas actividades factibles, divertidas y efectivas para el aula.

En resumen, pretendo que el interesado en la materia pueda documentarse y comprender bien los fenómenos, de manera que la docencia sea de más calidad. No pretendo sobreproteger al alumno, ni inflar su autoestima, sino ayudar a que el docente tenga más herramientas para poder tomar decisiones basadas en un análisis más realista de la situación de aula.

 

Referencias

De Andrés, V. and Arnold, J. (2009) Seeds of Confidence. Self-esteem activities for the EFL classroom. www.helblinglanguages.com: Helbling Languages.

Littlewood, W. (1981) Communicative Language Teaching: An Introduction. New York: Cambridge University Press.

Horwitz, E.K., Horwitz, M.B. and Cope, J.A. (1986) Foreign language classroom anxiety. Modern Language Journal 70, 125-132.

Reasoner, R. (1983) Enhancement of self-esteem in children and adolescents. Journal of Family and Community Health 2, 51-64.

Rubio, F.D. (2004) La Ansiedad en el Aprendizaje de Idiomas. Huelva: Universidad de Huelva.

Rubio, F.D. (2014) Self-esteem and self-concept in foreign language learning. In S. Mercer and M. Williams (eds.) Multiple Perspectives on the Self in SLA (pp. 41-58). Bristol: Multilingual Matters.

Underhill, A. (1999) Facilitation in language teaching. In J. Arnold (ed.) Affect in Language Learning (pp. 143-158). Cambridge: Cambridge University Press.