Se encuentra ampliamente demostrada la influencia de las emociones en el proceso de aprendizaje y cómo nuestro estado de ánimo, nuestros sentimientos y nuestros filtros afectivos tienen un papel fundamental a la hora de aprender y de hacer algo nuevo. Es por ello que no sólo se trata de integrar las emociones en el aula sino de hacer a todos y todas partícipes (alumnado y profesorado) de su importancia y de la necesidad de trabajarlas diariamente.
Resulta preocupante observar cómo nuestra sociedad, inmersa en las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, parece evolucionar de espaldas a una de las manifestaciones básicas del ser humano: las emociones. Y lo más preocupante es que aunque desde hace ya muchos años se viene hablando de la importancia de las emociones en todos los aspectos del ser humano, especialmente en lo relativo a su desarrollo personal, educativo y profesional, no acaba de plasmarse en nuestros currículum su importancia ya que no sólo debe ser una competencia clave sino casi imprescindible para que el individuo pueda ser feliz, tenga buenas relaciones personales y consiga sus metas. ¿No es acaso esa la prioridad número uno en nuestras vidas? Para lograr una ciudadanía comprometida con el desarrollo individual y social es imprescindible el desarrollo de la competencia emocional desde los inicios. “Cuando los alumnos están bloqueados o superados emocionalmente, también suelen estarlo para el aprendizaje. Las neurociencias han corroborado que las emociones son tan importantes como la razón para la salud y el equilibrio personal y social. Mentes privilegiadas sin inteligencia emocional pueden arruinar su vida y la de los demás. ¿De qué nos sirve saber mucho si no sabemos hacer un uso inteligente y ético de lo que sabemos? ¿De qué nos sirve el conocimiento si no sabemos ponerlo al servicio de una vida mejor? Conocimiento y emociones no son una disyuntiva. Tan necesario es ser competente intelectualmente como emocionalmente” (Bach).
Sin embargo, nuestros sistemas educativos siguen sin apostar por un desarrollo efectivo de esta competencia y probablemente esa es la causa de muchos problemas de la sociedad actual. La educación emocional no tiene un espacio propio en el currículum y su desarrollo siempre depende del voluntarismo del profesorado, de su formación, y de la disponibilidad de tiempo en sus clases para no quedar reducido a los espacios propios de la tutoría.
Recientemente la Comisión Europea ha abierto el plazo para una revisión abierta de las competencias clave en su portal de “Educación y Formación” (Review of the 2006 Recommendation on Key Competences for lifelong Learning). En esta página es posible enviar de forma telemática propuestas para esta revisión ya que se invita a colaborar a todos los sectores implicados en educación. Es por ello que es necesario plantear un reflexión crítica sobre estado actual de la definición de competencias en Europa y en España a través de su marco normativo sobre educación para así llamar la atención sobre el papel de la competencia emocional en este marco y reclamar su presencia.
Ya en el año 2003 la OCDE a través del proyecto DeSeCo (Definición y Selección de Competencias) definía el término competencia como “la capacidad de responder a demandas complejas y llevar a cabo tareas diversas de forma adecuada.” La competencia “supone una combinación de habilidades prácticas, conocimientos, motivación, valores éticos, actitudes, emociones, y otros componentes sociales y de comportamiento que se movilizan conjuntamente para lograr una acción eficaz.”. Queremos enfatizar el componente emocional, ya presente en esta definición, que nos permitirá poner en cuestión cómo se ha trasladado a la definitiva selección de competencias clave.
La definición anteriormente citada es la que se ha extendido en los últimos años dentro del ámbito europeo, donde la Unión Europea, a través de su Marco Estratégico Educación y Formación ET 2020, insiste en “la necesidad de la adquisición de las competencias clave por parte de la ciudadanía como condición indispensable para lograr que los individuos alcancen un pleno desarrollo personal, social y profesional que se ajuste a las demandas de un mundo globalizado y haga posible el desarrollo económico, vinculado al conocimiento. (Orden ECD/65/2015 por la que se describen las relaciones entre las competencias, los contenidos y los criterios de evaluación de la educación primaria, la educación secundaria obligatoria y el bachillerato, BOE 25 de 29/01/2015). En la actualidad las competencias que se identifican entre las recomendaciones de la Comisión Europea son éstas:
- 1. Communicating in a mother tongue
2. Communicating in a foreign language
3. Mathematical, scientific and technological competence
4. Digital competence
5. Learning to learn
6. Social and civic competences
7. Sense of initiative and entrepreneurship
8. Cultural awareness and expression
Estas han sido “traducidas” a nuestro marco normativo actual en Educación LOMCE como:
- 1.º Comunicación lingüística.
2.º Competencia matemática y competencias básicas en ciencia y tecnología.
3.º Competencia digital.
4.º Aprender a aprender.
5.º Competencias sociales y cívicas.
6.º Sentido de iniciativa y espíritu emprendedor.
7.º Conciencia y expresiones culturales.
Si buscamos entre estas competencias “oficiales” aquellas que movilizan la “motivación, valores éticos, actitudes y emociones” comprobaremos que ciertamente no es fácil identificarlas del mismo modo que ocurre con otros conocimientos y habilidades claramente presentes. De hecho en algunas comunidades autónomas, y ateniéndose a las competencias en educación de éstas, se ha añadido una competencia emocional relativa precisamente a los factores afectivos y emocionales que nos parece todo un modelo a seguir. Tal es el caso de Castilla-La Mancha que tuvo esta competencia incluida en el currículum oficial hasta la implantación de la LOMCE ya que posteriormente los decretos de esa comunidad ya no la incluyen. En otras comunidades como el País Vasco, Extremadura, Cataluña o Cantabria también han hecho sus pinitos en este ámbito, llevando a cabo diferentes iniciativas, como programas de formación para profesorado y familias. En Canarias han apostado por el desarrollo de la competencia e inteligencia emocional incluyendo como área de trabajo en primaria la “Educación Emocional y para la Creatividad” con una carga de dos horas lectivas semanales. Trabajar la competencia emocional es realmente gratificante si se lleva a la práctica, algo que no es la tónica habitual ya que en la mayoría de los casos y aun habiendo buenas intenciones y “bonitas palabras” sobre la necesidad de trabajar la competencia emocional, o el profesorado no tiene la formación suficiente para incorporarla en su práctica docente, o las instituciones educativas no las recogen en su organización interna del currículum, de coordinación docente y de disponibilidad horaria.
Tomemos el caso de Andalucía para comprobar el nivel de implicación real de las administraciones educativas en una apuesta decidida por la integración de la competencia y formación en educación emocional en nuestro sistema educativo. En el Decreto 111/2016, de 14 de junio, por el que se establece la ordenación y el currículo de la Educación Secundaria Obligatoria en la Comunidad Autónoma de Andalucía, se menciona de pasada la competencia emocional como un aspecto más dentro de la educación para la convivencia que constituye uno de los elementos transversales del currículum de secundaria. Lo mismo ocurre en el Decreto de Primaria, donde no se menciona como competencia emocional sino como aspectos emocionales relacionados con el área de Educación para la ciudadanía.
El “Plan de éxito educativo 2016-2020” lanzado por la Junta de Andalucía el pasado año menciona pocas veces el desarrollo emocional en el alumnado y sólo una vez la “competencia emocional” para decir que “La competencia emocional del alumnado se trabajará desde edades tempranas, por ser tan importante como las competencias clave definidas en el currículo” (pág. 52). Esto no se ha concretado de ninguna manera a través de un desarrollo u orientaciones curriculares o metodológicas por parte de la Consejería de Educación, quedando por tanto reducido a bonitas palabras que no se concretan en medidas reales.
Por tanto, el trabajo de la competencia emocional en primaria y secundaria dependerá en la mayoría de los casos en el interés particular del centro y su profesorado por su integración ya sea a través del Proyecto Escuela Espacio de Paz (aunque en la Orden que lo regula no se menciona la educación emocional) o en el Plan de Convivencia cuya Orden sí propone actividades de educación emocional para tratar el tema del acoso o la violencia de género, pero sin ahondar en más detalles que la simple mención de esta propuesta.
Volviendo a la formación del profesorado nos encontramos con que la oferta de este tipo de formación no está asociada a una línea estratégica de la consejería y responde únicamente a la demanda que se pueda generar en determinados centros donde hay una preocupación específica sobre el tema. Definitivamente sigue existiendo la necesidad de demandar una apuesta decidida por la formación en competencia emocional del profesorado ya que estos son los agentes imprescindibles que faciliten el desarrollo de esta competencia en nuestro alumnado. En un aspecto tan importante y tan influyente en todo el desarrollo formativo y como persona de nuestro alumnado, no podemos depender de la voluntariedad del profesorado que pueda y quiera demandar y dedicar su tiempo libre para formarse.
Existen muchos recursos elaborados por universidades y organizaciones privadas dedicadas a la formación emocional y también por otras comunidades autónomas entre los que se encuentran los siguientes:
– Competencia emocional y el currículo (Consejería de Educación Castilla-La Mancha)
– Competencias básicas: Competencia emocional (Universidad de Castilla-La Mancha)
– La competencia emocional (Rafael Bisquerra y su blog)
– Metodologías innovadoras para promover las competencias emocionales de los docentes (Ascensión Palomares, Universidad de Castilla-La Mancha)
– La inteligencia emocional en primaria y su didáctica
– Competencia emocional y orientación escolar
– “La educación emocional se aprende por contagio” (Eva Bach)
Es de esperar que surjan muchas preguntas por parte del profesorado como por ejemplo ¿es la Competencia Emocional una materia añadida? , ¿a quién corresponde impartirla?, ¿cuándo se imparte? Estas cuestiones han de ser sin duda tratadas no sólo por la administración educativa sino discutidas dentro de procesos de práctica reflexiva interna en los centros donde se lleguen a acuerdos y actuaciones que puedan poco a poco irse integrando en el proyecto de centro. La competencia o educación emocional no es algo complementario y accesorio porque una vez seamos conscientes de la repercusión que tienen las emociones en el proceso de enseñanza-aprendizaje, en la convivencia en las aulas y en el desarrollo autónomo del alumno/a, no podremos dejar de tenerlas en cuenta y de sacarles partido en el plano educativo, formativo y personal.
Bibliografía: